‘tejido doble’: Teresa Lanceta, Ceija Stojka, Mónica Valenciano y Nathalie Bellón

La voluntad de crear tejido es la que nos llevó a inaugurar nuestro espacio con una artista emblemática, a nuestro parecer, con una manera de hacer propia y, a la vez, muy imbricada en el campo sensible de lo flamenco: Teresa Lanceta. En distintas exposiciones se ha señalado la manera en que Lanceta cose el flamenco y lo gitano en su trabajo. Los tejidos de Lanceta funcionan por tanto como una suerte de notación biográfica. Así surge el ciclo expositivo ‘tejido doble’, en la que a lo largo de varios meses sus tapices, moviéndose en el espacio, acogieron los trabajos de otras tres artistas: Ceija Stojka, Mónica Valenciano y Nathalie Bellón, dibujos y anotaciones de todas ellas que se vinculan de muy distintas formas con el campo por el que anda nuestro pie.flamenco (sí, es indistinto, nuestro pie. unas veces, flamenca y otras flamenco, de las dos maneras puede decirse).

Proponer en esta primera muestra de la pie.flamenca varias obras de la artista gitana Ceija Stojka, rom, más exactamente, nacida en Steiermark, Austria, en 1933 y fallecida en 2013, podría decirse que es toda una declaración gitanista, como también podríamos ser llamados feministas por empezar este primer ciclo expositivo mostrando sólo el trabajo de mujeres. No es una actitud polémica, la discusión sobre si el flamenco es gitano o payo es limitada y pobre. Pero sí, el conocimiento de lo gitano es uno de los propósitos de nuestro campo. Enlazando con esta idea, fue al final de su vida que Ceija empezó a contar, pues sus dibujos tienen algo que ver con la narración oral, los sucesos de su infancia en los campos de Auschwitz, Ravensbrück y Bergen-Belsen. Precisamente esa oralidad está en la base del trazo de sus dibujos, lejos de la mímesis académica, es verdad, pero dotados de una poderosa visualidad hija de la fotografía, el cine y la televisión, medios de información que acabaron de dar forma a su memoria. Hay algo que va por debajo de los tapices de Lanceta que el trazo de Stojka pone en evidencia. Y viceversa, la función de tapar y enseñar con que estos tapices arropan los dibujos de Stojka habla, también, de la importancia del secreto, de la confidencia, del susurro, un tono adecuado para lo que estos grafismos denuncian.

Por su parte, entendamos entonces los dibujos de Mónica Valenciano así, casi como notaciones coreográficas. No sólo porque ella sea bailarina y coreógrafa y muchas cosas más relacionadas con el cuerpo, la danza y el baile, sea en el teatro, sea en la trasmisión de saberes, sea en la vida cotidiana. Es curioso cómo funcionan aquí los tapices de Teresa Lanceta, de pronto, hacen espacio. No sólo lo ocupan, obligan la mirada y enseñan posibilidades nuevas del ver: observar, otear, divisar, atisbar. Entonces, podríamos decir que esta exposición pone tapices y dibujos a bailar, es una forma de decirlo.

Finalmente, Nathalie Bellón nos enseña una forma clara de contar, una forma que se embarca en el difícil dominio del relato oral, del infundio, del testimonio flamenco, lejos ya de lo novelesco que han tenido otras aproximaciones suyas al género. Y es que esta densidad conceptual, tanto en el «documental» de Bellón como en los tapices de Lanceta, es una exigencia, una cualidad mayor para enfrentar lo flamenco sin paternalismos ni posicionamientos ingenuos, tampoco académicos, tratando a sujetos y objetos de manera horizontal, entrelazándose con ellos.

Coser y cantar y contar…

 

 

 

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