Nathalie Bellón: “Me interesa el flamenco por su modo de contar historias y por su parte reivindicativa”


Nathalie Bellón (Sevilla 1981), ilustradora licenciada en Bellas Artes, ha sido una de las primeras artistas en exponer en la sede de pie.fmc, en el ciclo expositivo tejido doble que ha reunido a otros nombres como Teresa Lanceta, Ceija Stojka y Mónica Valenciano, a partir de sus ilustraciones y viñetas más flamencas. Una “cuentista” confesa que ya se arrancó con un cómic basado en una ucronía con mucho compás y bastante de thriller de espionaje, ‘Pura Hamilton’ (cuya autoría comparte con Aurora Delgado, de la Editorial ‘Hamilton y asociadas’, 2021), y que aterrizó en pie.fmc con un avance de lo que será su próxima aventura gráfica ya en solitario: ‘Lo flamenco’, un compendio muy personal de personajes reales e historias que están atravesados por este arte.

-En primer lugar, sería interesante hablar sobre cómo se relaciona tu trabajo con el campo cultural flamenco y cómo nace el interés por él.

La relación de mi trabajo y mi interés por él surge a partir de las letras del flamenco. En general, mi trabajo no trata sobre el flamenco. En este último proyecto, me he metido de lleno, como si fuera un estudio, aunque ya me metí de soslayo con mi trabajo anterior, Pura Hamilton, en el que la protagonista es una bailaora. Así empecé a trabajar en sus imágenes.

Mi interés a nivel personal, tiene que ver con el Festival de las Letras de la Puebla de Cazalla, escuchando mucho a los cantaores y las letras que se estilan por allí, herederas de Moreno Galván. Esas letras tienen todo lo que me gusta: reivindicación social, «guerrería»… De ahí nació mi verdadero interés por los palos, el cante, el baile, por su vertiente más estética y sus formas de actuar. Pero el origen tiene que ver con esa forma de reivindicación social.

 

-Me interesa mucho ese interés por la reivindicación social. ¿Tiene algo que ver con que elijas trabajar con la Serneta y la Piriñaca? ¿Hay algo premeditado en ello?

Para este trabajo, había figuras con las que tenía muy claro que quería trabajar y otras que desconocía. Estos son los dos primeros ejemplos de un proyecto que espero que tenga, al menos, nueve personajes. Yo no conocía a la Serneta, fue a través de una conversación con Pedro G. Romero como la descubrí. A la Piriñaca la había conocido a través de Rito y Geografía del Cante. Es una maravilla para los apócrifos como yo, que no tenemos ni puñetera idea, para comenzar a escuchar a cantaores, tocaores e historietas flamencas, que es lo que en realidad me apasiona, esa «mitología» flamenca.

 

-Justamente, hablando de historietas, en la muestra que hemos organizado en la pie.fmc, lo que hemos intentado es enfocar el carácter narrativo de los tapices de Teresa Lanceta y relacionarlo con esa tradición flamenca del contar historias que implica un modo propio en el hacer flamenco. Trabajas directamente desde el cómic, la ilustración, el libro. Esa idea de contar ha estado siempre presente en tu obra.

Sí. Si hay algo que persiste desde que empecé a estudiar bellas artes, sin saber que me iba a dedicar al cómic, es que tenía muy claro que me quería dedicar a contar historias. Empecé a trabajar en el teatro, en la creación de decorados. En fin, lo de contar historietas es lo que tiene en común mi trabajo. En fin, soy muy cuentista, y como diría Valle-Inclán un poco «hiperbólica andaluza». Tiendo a la «cuentitis» y me gusta.

 

-Volviendo a la importancia de la reivindicación social en tu trabajo. En puñetera bulería, vemos a un niño que lanza una piedra y rompe un cristal. Entre esas imágenes, un nudillo golpea a compás de bulería. Una posible interpretación de la obra que tiene que ver, por un lado, con una imagen lúdica y descarada de lo flamenco, por otro, con cierta tradición política de la protesta. Al mismo tiempo, podríamos relacionar el título con otra forma de concepción política del flamenco que tiene que ver con el antiflamenquismo, figuras como Eugenio Noel o la idea de arte degenerado. ¿Encuentras alguna relación entre eso que podríamos llamar lo flamenco y tu sistema de abordar aquello que pasa en la calle?

Es curioso. Todavía estoy aterrizando en el flamenco. Después de mantener conversaciones con gente del entorno, empiezo a intuir algunos de sus códigos de comportamiento. Aunque los empiezo a distinguir y no los podría considerar como propios, sí me puedo reconocer en ellos. No entendiéndolos como flamenco, sino como algo generalizado. A mí me interesa el flamenco por su modo de contar historias y por su parte reivindicativa como me puede interesar el cante y el baile en sí mismos. Por lo que he elegido hablar de su faceta reivindicativa y de su lado más social es porque siento una necesidad en mi trabajo. No se trata solo de contar historias, sino de contar historias que te puedan hacer ver de una manera diferente. Las historias flamencas con las que estoy trabajando se dan mucho a eso, a darle un vuelco social a ese pensamiento estático que tenemos normalmente. El flamenco ofrece poder contarlo utilizando otro lenguaje.

 

-¿Cómo trabajas esa idea del lenguaje flamenco utilizando distintos personajes?

Fue diferente en cada uno de los casos. Con la Serneta, por ejemplo, no tenía un testimonio directo de su forma de hablar. Ella pertenece a otro siglo y no tenemos tantos registros. Eso me hizo tener que tirar del hilo para poder construir un imaginario y construirle un lenguaje. Tuve que remontarme a segundas fuentes inmediatamente posteriores a ella, y quise hablar de un momento en el que ya había hecho toda su carrera, le había dado la vuelta al mundo de los escenarios, pero era mayor y ya no podía cantar. Era una época dura, en la que no había ningún tipo de sostén social. Es una historia triste la de Merced.

Por el otro lado, para trabajar con Tía Anica la Piriñaca, contaba con el libro de José Luis Ortiz Nuevo, Yo tenía mu güena estrella, que recoge sus propias palabras y es magnífico. El diálogo que utilizo está sacado palabra por palabra de ahí, algo que me ayudó a crearle un escenario basado en su propia memoria, que puede ser más o menos verdad porque lo que cuenta sucedió cuando tenía seis o siete años, y todos tendemos a inventar de alguna forma nuestro pasado, pero no es algo que realmente me importe.

Para otros personajes del libro, como por ejemplo Pericón de Cádiz, será distinto. Él tiene mil y una historias, como dice Ortiz Nuevo, y esa capacidad de contar historias con gracia y una forma propia. Su libro de testimonios, también recogidos por Ortiz Nuevo, podría ilustrarse por completo simplemente gracias a su forma de contar historias y a su enorme anecdotario. Eso es algo muy rico, que me está haciendo aprender mucho en este proyecto.

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