01.jul.2015 UN ALBOROTO DOMÉSTICO

Decidió desaparecer y largarse de su propia vida metiéndose en el coche, y sintiéndose fugitivo blandía por la ventanilla una escopeta desbaratada. En la radio del auto sonaba “Sevillana rock and roll” de Las Hermanas Alcaide, y la policía cerraba la escapatoria con un agente gritando por un megáfono.

El fugitivo quería disfrutar del poder gris que le conduciría locamente hacia la ancianidad, pero su mujer llamó antes a la policía denunciando el abandono. Ella apuraba ahora la botella de la etiqueta de patitos que sobrevolaban una leyenda escocesa.

–¿Por qué será “dorada” la vejez si amanezco todos los días hecho un mierdagrama repleto de notaciones como postillas, cardenales y manchas que produce mi cuerpo sin que yo me entere mientras duermo?

Veía el paisaje desde el asiento del coche, que se tragaba como un sumidero por el parabrisas el cielo azul, a las nubes amarillas de la refinería, a los postes eléctricos, a los invernaderos, a los bloques de pisos que rodeaban su pequeña casa ajardinada con cenizos y bledos, a las hormigoneras que segregaban la carretera comarcal, al fantasma de la rubia de la curva, al bizco con gafas que vende lotería en la carretera -vistiendo un chaleco verde fosforito con bandas reflectantes-  y que rellena de fandangos tosidos los oídos del negro que vende pañuelos de papel al lado del semáforo apagado…

 

pielfort:alborotodoméstico

 

–Me llevaré por delante todos los expositores giratorios de música que hay en las gasolineras, si es que el coche arranca… ¿tanto es capaz de tragar esta maldita fosa de chapa?… el coche ha estado demasiado tiempo parado debajo de la higuera del jardín… ¡cómo se parece este auto a la reducción de mi propia vida!… y tengo la picha adormecida, que en silencio mortal yacer la veo…

El coche no tenía ruedas y se sostenía con sus ejes descansando sobre un tablado de palieres habitado por lagartos. El policía al mando del operativo apagó el megáfono cuando llegó la ambulancia con el médico.

–Doctor… mire, usted se acerca, habla con el marido, le pone una inyección y asunto terminado­ –concluyó el policía.

–General… ¿habrá visto que tiene una escopeta?

–Doctor… usted va, habla con él y le quita el instrumento.

–General, cuando logren reducir al vecino y lo sujeten contra el suelo… sólo entonces, le pongo todas las inyecciones que usted quiera… ¡vamos, que hasta le enseño yo a ponerlas!

El marido se aburrió del viaje suicida a media tarde. Se había cansado de conducir entre la neblina de las cataratas, la suciedad del parabrisas y las luces mareantes de los molinos de energía eólica. Los ojos se cansaban adivinando extraterrestres y apariciones espectrales en los arcenes de la carretera interminable. Se alegraba de que a su regreso hubiera tanta gente esperándole y moqueando de alegría echó en falta al negro de los pañuelos. No hicieron falta las inyecciones y varios guardias entraron en la casa con el marido. La mujer estaba satisfecha con tanta visita y sirvió café de puchero que nadie tomó.

Dentro de la ambulancia y camino del hospital, el médico preguntaba al fugitivo por qué había dado aquel susto a su mujer encerrándose en el coche con la guitarra. El marido respondió que detuvo su carrera porque no le gustaba conducir de noche, pero que no sabía por qué hacía aquel viaje, que tenía ganas de ir a al Festival SÓNAR para escuchar Nuevos Cantes, que llevaba una sonda pero no estaba sonado, y como se sabía de memoria todas las letras mugidoras y sus quejientes músicas se frenó, pensando de repente que ya no tenía que ir a ningún sitio, y dio marcha atrás, como cuando uno se niega a comprar más discos porque no entiende que la gente no encuentre la similitud estética en el cliché sonoro de Marchena y Pepe Pinto con Public Enemy; o entre Depeche Mode y Pet Shop Boys con Camela… que cuando se ponía a pensar le entraba un gran cabreo a veces, pero un cabreo dorado, como los discos de oro que le dan a los santos en las pinturas religiosas… y porque el FLAMENCO quizás sea simplemente un alboroto doméstico.

¡Zacatón, zacatín!

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SOBRE EL BLOG
Flamencos de alquiler

Blog de David Pielfort.

AUTOR: David Pielfort
DAVID PIELFORT (1971). Salido de una novela de Dickens, es abandonado por los gitanos. Un banco le compró un cuadro. Su voz retumbó en la Bienal de Arte de Venecia, e Israel Galván ha bailado sobre su cuerpo. Otorgó la llave de oro del cante jondo a Paco de Lucía, en una pielfortmance que televisó La 2.
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