01.dic.2015 LA INFERNALIANA

Ahí está mi marido tocando la infernaliana. El flamenco es para la mayoría de los ignorantes un cementerio sonoro de gritos fatuos, para los diletantes consiste en revivir el recreo de los niños malos del colegio hasta altas horas de la noche, pero para mí sólo se trata de una musiquilla popular del siglo veinte que me está dejando sin marido.

Cualquier alumno del Mozarteum puede oírlo… ahí está mi marido imitando a sus amigachos… sentado en el sofá como un fantasma que remueve las interminables cadenas del sonido machacón de la chacona oxidada… simplemente está ahí “limpiando” su música -como dicen los artistas- que siempre está perdida del moho que suelta… ahí está sentado e inmóvil con la guitarra en el regazo, con otra boca abierta que alimentar sobre el estómago. Él está encerrado en un blasón que ya nadie entiende, en el escudo señorial de la fachada de una casa vieja en ruinas, es un adorno de guitarrista representado en el campo de miseria, quemaduras y gules del tresillo, mirando fijamente al vacío de la ventana… donde no hay nada más que el terreno en el que se ponía el circo.

Y ahí está mi marido que no me echa cuenta, ni teniendo el conejo encamado todos estos años… no sé cuándo se convirtió en un mueble, ya nadie lo llama para trabajar y ninguno viene a verle. Eso le ocurre por enseñar todo lo que tiene, pero al final es que  no se mueve. Luis de la Pica curioseaba al menos en los libros de texto de sus sobrinas, y a Diego Agujetas le dio por leer a Philip K. Dick… pero a mi marido no le molesta ni el robot Tango, que es redondo y que rodea sus piernas barriendo el suelo,  esquivando las patas de la mesa y de las sillas, y que compramos en el teletienda con el crédito telefónico del telebanco, muchísimo antes de que nos cortaran la luz.

 

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Mis hijos han llegado a entenderme y hasta a aterrizan la miniatura del dron de un helicóptero Tomahawk sobre su cabeza… pero nada, ahí sigue tocando y limpiando la infernaliana…

–Tranquila, mujer… ¿has comprobado si suena?

–Es que es superior a mí… lo veo ahí puesto como un pasmarote del siglo veinte y yo no me voy a poner ahora a comprobar si lo que toca es nuevo… o de la grabación de algún disco… ¡ni su familia sabía que había sacado tantos discos!

–Hija mía, te pregunto que si suena a lo que tiene que sonar…

–No sabría decirte, mamá… hace tanto tiempo que aprendí a discriminar la música… no me he parado a escuchar, espera un momento… no vayas a colgar el teléfono que no tengo para llamarte…

Mi marido es un guitarrista muy anárquico, nunca le gustó agachar la cabeza ni el cerebro cuando tocaba en el tablao, no era de la olla rápida, tiene mucho carácter, por eso estamos como estamos. El flamenco se ha vuelto demasiado serio, sobre todo aburrido hasta el extremo, y encima los intérpretes (que no flamencos) se creen que la música es su criada y van aparentado unas solemnidades plenarias de ayuntamiento, que han echado al público y al pueblo. Han convertido al flamenco en un desierto selecto, como las zonas comunes destruidas y los jardines calcinados de una barriada.

–¡Mamá…!

–¿Sí, hija?

–No se oye nada… sólo suenan las concertinas de las alambradas en el telediario…y en la radio de la del tercero se oye el salta-salta-salta de King África…

–¡Qué alegría que os hayan devuelto la luz!

–No, qué va… es la televisión del vecino que es muy viejo y la pone altísima hasta que se acuesta… pero a veces la vemos de noche reflejada en los cristales de los bloques…

–¡Pero hija… qué es lo que toca tu Manuel?

–Ahora sí que me estoy asustando de verdad… porque la infernaliana de mi marido me parece que suena a nada… y lo tiento y tiene los cuatro costados muy fríos… y las manos las tiene heladas… es que el pobre tiene que ensayar siempre pasando frío porque la estufa deforma la guitarra…

–¿Pero qué es lo que toca ahora mismo… qué trabajo andaba preparando?

–¡Nada de nada! ¡No es barroco… ni una musiquilla del siglo diecinueve… hace plin-plin-plin… y no lo entiendo!

–Hija, entonces está claro que si no es un disco ni un encargo es que se trata de la creación de otro palo, se llama necrosis.

Se interrumpe la llamada. Siempre hay un diamante en el tocadiscos comido por el polvo. Y alguien baila el silencio de La Infernaliana.

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SOBRE EL BLOG
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Blog de David Pielfort.

AUTOR: David Pielfort
DAVID PIELFORT (1971). Salido de una novela de Dickens, es abandonado por los gitanos. Un banco le compró un cuadro. Su voz retumbó en la Bienal de Arte de Venecia, e Israel Galván ha bailado sobre su cuerpo. Otorgó la llave de oro del cante jondo a Paco de Lucía, en una pielfortmance que televisó La 2.
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